La Iglesia prodiga, en un mundo prodigo

 

Por Leonard Ravenhill
Una mirada a la Iglesia hoy día nos deja pensando cuánto tardará un Dios santo en cumplir Su amenaza de vomitar esta cosa laodicense de Su boca. Pues si en algo están de acuerdo los predicadores es que nos hallamos en la edad de Laodicea en cuanto a la Iglesia.

De ninguna cosa tengo necesidad.
La Iglesia de Laodicea  

Su maldad: soberbia, saciedad de pan y abundancia de ociosidad.
Ezequiel 16:49

¿Se ha acortado el Espíritu de Jehová? ¿Son éstas sus obras?
Miqueas 2:7
Una mirada a la Iglesia hoy día nos deja pensando cuánto tardará un Dios santo en cumplir Su amenaza de vomitar esta cosa laodicense de Su boca. Pues si en algo están de acuerdo los predicadores es que nos hallamos en la edad de Laodicea en cuanto a la Iglesia.

 

Sin embargo, aun cuando pende sobre nuestras cabezas la espada de Damocles del rechazamiento, somos creyentes endebles, perezosos, amantes de los placeres, sin amor, y deficitarios. Aunque nuestro misericordioso Dios perdone nuestros pecados, limpie nuestra iniquidad y se apiade de nuestra ignorancia, nuestros corazones tibios son una abominación a Su vista. Debemos ser fríos o calientes, ardientes o helados, encendidos o consumidos. Dios aborrece la falta de calor y la falta de amor.

Cristo es ahora "herido en la casa de sus amigos". ¡El Santo Libro del Dios viviente hoy sufre más de sus expositores que de sus opositores!
Somos descuidados en el uso de las Escrituras, parciales al interpretarlas y perezosos hasta la impotencia para apropiarnos de sus inmensurables riquezas. El Sr. Predicador se mostrará elocuente en su oratoria, ferviente en espíritu, sirviendo al Señor con vigor y transpiración para defender la inspiración bíblica. Sin embargo, este mismo señor, momentos después, con calma mortal, será escuchado racionalizando la misma Palabra inspirada, negando vigencia a sus milagros y declarando con firmeza: "Este texto no es para hoy." Así la fe ardiente del nuevo creyente es apagada con el agua fría de la incredulidad del predicador.
Sólo la Iglesia puede "poner limites al Santo de Israel," y hoy lo hace con extraordinaria habilidad. Si hay grados en la muerte, entonces la más muerte profunda que conozco es predicar acerca del Espíritu Santo sin la unción del Espíritu Santo.
Al orar asumimos la imperdonable arrogancia de clamar que venga el Espíritu Santo con Su gracia(pero no con Sus dones.
Hoy es el día de la restricción y relegación del Espíritu Santo, aun en círculos fundamentalistas. Necesitamos y decimos que queremos el cumplimiento de Joel 2. Clamamos: "Señor, derrama Tu Espíritu sobre toda carne," pero añadimos - aunque sin palabras - la salvedad: "pero no hagas que nuestras hijas profeticen y que nuestros jóvenes vean visiones".
"¡Dios mío, si en nuestra culta incredulidad, nuestro crepúsculo teológico y nuestra debilidad espiritual Te hemos agraviado y continuamos agraviando Tu Santo Espíritu, entonces, en misericordia, Señor, escúpenos de Tu boca! ¡Si no puedes hacer nada con nosotros y a través nosotros, por favor, Dios, haz algo sin nosotros! Déjanos de lado y toma otro pueblo que ahora no Te conoce! ¡Sálvale, santifícale y capacítale con Tu Santo Espíritu para un ministerio de milagros! ¡Envíales, 'hermosos como la luna, claros como el sol y terribles como un ejercito en orden', a vivificar una iglesia enferma y a transformar un mundo sumergido en el pecado!"
Considera esto: Dios no tiene nada más que dar a este mundo.
Dio a Su Hijo unigénito por los pecadores;
dio la Biblia para todos los hombres;
dio el Espíritu Santo para convencer al mundo de pecado y capacitar a la Iglesia.
Pero ¿de qué sirve un libro de cheques si están sin firmar? ¿Qué vale una buena reunión, aun cuando sea doctrinalmente sana, si el Dios viviente está ausente de ella?
Debemos usar bien la Palabra de Verdad. El texto: "He aquí yo estoy a la puerta y llamo (Apocalipsis 3:20) no tiene nada que ver con los pecadores y con un Salvador que aguarda. ¡No! Aquí encontramos el trágico retrato de nuestro Señor a la puerta de Su iglesia laodicense tratando de entrar. ¡Imagina eso! En la mayoría de las reuniones de oración el texto que más se emplea es: "Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos." ¡Pero con demasiada frecuencia El no está en medio, sino a la puerta!
¡Cantamos Sus alabanzas, pero rehusamos Su persona!
Con una buena biblioteca a nuestro lado y una Biblia con notas, ¡casi nos hemos inmunizado contra la verdad calcinante de la inmutable Palabra de Dios!
No me maravilla la paciencia del Señor con los corazones endurecidos de los pecadores; después de todo, ¿no seríamos pacientes con un hombre sordo o ciego? Y así son los pecadores. Pero lo que me maravilla es la paciencia del Señor con esta iglesia somnolenta, egoísta y perezosa. Una iglesia pródiga en un mundo pródigo es el verdadero problema de Dios.
¡Ay de nosotros, creyentes en bancarrota, ciegos, y todavía jactándonos! Estamos desnudos y no nos damos cuenta de ello.
Somos ricos (nunca habían tenido las iglesias mejor equipamiento que ahora), pero somos pobres (nunca tuvimos menos unción)


No tenemos necesidad de ninguna cosa
( sin embargo, nos faltan casi todas las cosas que tenía la iglesia apostólica).


¿Puede El estar "en medio de nosotros" mientras nosotros andamos sin ninguna vergüenza en nuestra desnudez espiritual?
¡Oh, cuánto necesitamos el fuego! ¿Dónde está el poder del Espíritu Santo que conmueve a los pecadores y llena los altares de penitentes? Hoy día estamos mucho más interesados en tener iglesias con aire acondicionado que iglesias condicionadas a la oración. "Nuestro Dios es fuego consumidor". Dios y el fuego son inseparables. Así también los hombres y el fuego. Cada uno de nosotros estamos caminando una senda de fuego: fuego del infierno para los pecadores; fuego del juicio para los creyentes! Porque la Iglesia ha perdido el fuego del Espíritu Santo, millones tendrán que ir al fuego del infierno.
El profeta Moisés fue llamado por fuego; Elías hizo bajar fuego del cielo; Eliseo hizo un fuego; Miqueas profetizó fuego; Juan el Bautista clamó: "El os bautizará con Espíritu Santo y fuego." Jesús dijo: "Fuego vine a meter en la tierra."
Si tuviéramos tanto temor de quedar sin el bautismo de fuego como tenemos de quedar sin el bautismo de agua, tendríamos una iglesia encendida y otro Pentecostés.


La vieja naturaleza puede sobrevivir el bautismo de agua, pero es destruida con el bautismo de fuego, pues El "quemará la paja en fuego que nunca se apagará".
Hasta que no fueron purificados con el fuego, los discípulos, que obraban milagros y que contemplaron la gloria de Su resurrección, no estaban capacitados para ministrar la cruz.
¿Con qué autoridad los hombres ministran hoy día, tanto aquí como en los campos misioneros, sin haber tenido la experiencia del "aposento alto"? No nos faltan predicadores de profecía, pero nos faltan en gran manera predicadores profetas. Con esto no buscamos sensacionalistas que vienen con sus predicciones. Poco queda para predecir, puesto que tenemos el Libro y la revelación del propósito del Señor en él. Pero necesitamos hombres que proclamen de parte de Dios.
Ningún hombre puede monopolizar al Espíritu Santo, pero el Espíritu Santo puede monopolizar hombres. Tales son los profetas. Estos nunca son esperados, nunca son anunciados, nunca presentados, simplemente llegan! Son mandados y marcados y maravillosos.
Juan el Bautista no hizo milagros. Las multitudes desahuciadas no acudieron a él para obtener su toque de sanidad. ¡Pero él levantó a una nación que estaba espiritualmente muerta!
Uno se maravilla de nuestros evangelistas que sin rubor alguno anuncian que tuvieron un maravilloso avivamiento con miles de personas viniendo al altar, y añaden, para apaciguar a los decorosos fundamentalistas: "Pero no hubo nada sensacional ni fuera de orden." Pero ¿es que puede haber un terremoto sin causar sensación, o un huracán sin desorden? ¿No produjo trastornos el ministerio ardiente de Wesley? La iglesia en Inglaterra cerró todas sus puertas en la cara de "un hombre enviado de Dios el cual se llamaba Juan" -Wesley-. Pero aquellas autoridades religiosas de la iglesia oficial no pudieron volver atrás la ola de avivamiento del Espíritu Santo.
Cuando Wesley salió de la Universidad de Oxford había fallado completamente al intentar conducir a otros al Cordero, (aunque tenía el cerebro de un erudito, el fuego de un zelote y la lengua de un orador). ¿Cómo podía hacerlo? Entonces llegó el 24 de mayo de 1738, cuando Juan Wesley, en una reunión de oración de la calle de Aldersgate, fue nacido del Espíritu, y más tarde fue lleno del Espíritu. En trece años, este hombre bautizado en el Espíritu Santo, sacudió tres naciones. Del mismo modo Savonarola sacudió Florencia entera, hasta el punto de que el rostro del "monje loco" vino a ser motivo de terror a los florentinos de sus días y motivo de burla a los religiosos de su tiempo.
Hermanos, a la luz del "tribunal de Cristo" nos sería mejor vivir seis meses con el corazón hecho un volcán, denunciando el pecado en lugares altos y bajos y volviendo la nación del poder de Satanás a Dios (como lo hizo Juan el Bautista), que morir cargados de honores eclesiásticos y de títulos teológicos, habiendo sido el hazmerreír del infierno. El criticar a "barones del licor" y maldecir a políticos corruptos no traerá el fuego sobre nuestras cabezas. Podemos hacer ambas cosas y preservar nuestras cabezas y nuestros púlpitos. Los profetas fueron martirizados por denunciar la religión falsa en términos no inciertos. Y cuando vemos "religiones engañosas" estafando a los hombres en la vida y en la muerte, conduciendo multitudes al infierno bajo una bandera de religiosidad, deberíamos arder en santa indignación y traer una Reforma del Siglo XX aún cuando tuviéramos que morir como los mártires.
Hay predicadores que hacen famosos a sus púlpitos; los profetas hacen famosas a sus cárceles. ¡Que el Señor nos envíe profetas hombres terribles que alcen su voz y no callen, lanzando ungidos ayes sobre naciones(hombres demasiado ardientes para ser aceptados, demasiado duros para ser oídos, demasiado implacables para ser tolerados!
Estamos cansados de hombres adornados con vestidos suaves y lengua más suave, que usan ríos de palabras con unas gotas de unción. ¡Saben más de competencia que de consagración, y de promoción que de oración! ¡Que sustituyen la propagación por propaganda y se cuidan más del esparcimiento de la iglesia que de su santidad!
Oh, en comparación con la Iglesia del Nuevo Testamento somos tan subapostólicos... nuestros ideales tan bajos! La "sana doctrina" ha dejado dormidos a la mayoría de los creyentes, pues la letra no basta, tiene que ser letra encendida! Es la letra más el Espíritu lo que da vida. Un sermón teológicamente sano, impecable en lenguaje e intachable en interpretación, puede ser tan insípido como un puñado de arena.


Para enfrentarnos con los sistemas anticristianos necesitamos una iglesia bautizada con fuego.
Una zarza ardiente atrajo a Moisés;
una Iglesia ardiente atraerá al mundo
a fin de que por su medio oigan la voz del Dios vivo.